Llegamos a Antigua, hermosa ciudad de calles empedradas y casas de 500 años que preservan el estilo colonial, y parecen varadas en el tiempo. Perfectamente restauradas, de luminosos patios interiores, coloridas fachadas y cuidados jardines, con fuentes y artefactos de tiempos pretéritos diseminados en cada rincón, hoy son posadas, restaurantes, hostales, hoteles y museos abiertos al público Se puede circular libremente por sus recovecos sin que nadie impida el paso, por el contrario, siempre recibiendo al visitante con una hermosa sonrisa.
La gente es muy amable y servicial, acostumbrados al trato con los turistas. Sin embargo noto cierta discriminación hacia la población local, por cuanto los turistas, claramente identificables por sus vestimentas y rasgos físicos, pueden libremente circular y disfrutar de estos espacios, más la continua presencia de guardias es una clara barrera que limita el acceso de los habitantes locales, mayoritariamente pobres y de rasgos marcadamente indígenas. Sólo se les puede encontrar en estos lugares, realizando tareas domésticas o trabajando en el mantenimiento de las cuidadas condiciones de patios e infraestructuras.
Pudimos constatar, como señalaba Júlia hace unas semanas, la constante presencia de guardias fuertemente armados en tiendas y bancos, aunque por el momento no nos ha tocado presenciar, ni hemos sido objeto, de ningún robo ni situación desagradable. Por el contrario, he encontrado la ciudad muy segura y agradable.
La ciudad está enmarcada por cerros y volcanes, con una vegetación brillante y profundamente verde, que pronto esperamos visitar. La constante amenaza de las lluvias nos acompaña en cada salida, y suelen desencadenarse de forma intermitente, y por breves minutos. La gente, acostumbrada, se guarece en los portales esperando que pase, para luego continuar sus quehaceres.
Existe una fuerte presencia de población maya dedicada al comercio callejero, de coloridas vestimentas, ofreciendo collares de jade, flautas, tejidos, frutos secos, comidas y un largo etcétera. Nosotros, amantes del riesgo y los desafíos, nos hemos comido tortillas y tamales, sumamente baratos y deliciosos. Estamos a la espera de las consecuencias!
Es posible observar un fuerte sincretismo religioso en templos e iglesias, que abundan por doquier. También en las ferias artesanales es constante observar el culto a la muerte, a los santos de dudosa procedencia, y al conocido Maximón, del cual nos hablaron en las sesiones de orientación de Milpa.
Bueno amigos, aún sufriendo de los efectos del jet-lag, esperamos este fin de semana aclimatarnos, para comenzar nuestras tareas durante la próxima semana, con nuestro encuentro con la gente de Ceiba. Anhelamos poder dar inicio al trabajo que nos ha convocado en estas tierras ancestrales mayas. Estamos seguros que será una experiencia enriquecedora que nos acompañará por siempre.
Saludos a todos, gente de Milpa, familiares y amigos. Montse, Laia y Júlia, estaremos a la espera, para ver si es posible juntarnos algún día para compartir experiencias.
Marcos y Carolina
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